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domingo, 18 de julio de 2010

Pilar Paz Pasamar


María del Pilar Paz Pasamar nació en Jerez de la Frontera, Cádiz, el 13 de febrero de 1933, hija del coronel jerezano Arturo Paz Varela y de la maña Pilar Pasamar Mingote. Sus padres protagonizan una historia de amor propia del siglo XIX que marcará la vida de Pilar: la madre era una cantante de arias de ópera y zarzuela, amante del teatro y con un prometedor porvenir en la música, que, por cierta reticencia familiar y por conocer a quien sería su marido, abandonó su carrera de cantante.
Otro hecho fundamental vendría a marcar su historia, como la de todo el país: el estallido de la guerra civil en 1936. La madre, según recuerda la autora, incapaz de soportar la ausencia del marido, se acerca hasta el frente en un coche con ella y su hermana, en medio de un bombardeo. Era el año 1939, y la atrocidad de la guerra quedó grabada en sus recuerdos, así como el amor incondicional de sus padres.

En la posguerra Pilar Paz Pasamar cursa estudios de bachillerato en Madrid, en el colegio del Sagrado Corazón de las monjas carmelitas. Sus vínculos con el sur, con Jerez y Cádiz, seguirán vivos debido a las frecuentes visitas durante las vacaciones. Sus primeras publicaciones aparecen en periódicos, como en el diario jerezano Ayer, donde a los doce años ya tiene un espacio fijo de opinión. En Madrid prosigue su formación académica en la universidad, donde cursa estudios de Filosofía y Letras. Entre sus profesores se encuentran Gerardo Diego, Dámaso Alonso y el maestro Joaquín Rodrigo, a cuyas clases asistía como oyente. Son años de tertulias en el café Gijón, frecuentado también por Miguel Delibes, Carmen Laforet y Ana María Matute, entre otros. La casa paterna de la calle Nicasio Gallego se convierte así en refugio para jóvenes escritores como su buen amigo Fernando Quiñones.

Al calor de estas vivencias escribe Mara, su primer libro, publicado en 1951 con un elogioso prólogo de Carmen Conde. Pilar Paz contaba con 18 años, y el poemario despertó tanta expectación que los jóvenes vates encontraron en ella nuevos aires para la poesía. Maestros como Juan Ramón Jiménez la considerarían un sorprendente prodigio de calidad y madurez poética. Pilar Paz Pasamar así se revela en el Madrid literario de los cincuenta. Gracias a este libro se establece un vínculo enriquecedor entre ella y Juan Ramón Jiménez, exiliado en Puerto Rico. Al mismo tiempo, y a través de Paz Pasamar, el grupo gaditano Platero entra en relación con el poeta de Moguer. Éste le escribe a su casa de Nicasio Gallego, de modo que de Madrid a Cádiz y hasta Puerto Rico se articula una estrecha relación entre el maestro y los jóvenes poetas. La revista se publica de 1951 a 1954 y colaboran en ella Fernando Quiñones, José Manuel Caballero Bonald, Julio Mariscal, Serafín Pro, Felipe Sordo Lamadrid, y por supuesto Pilar Paz Pasamar, entre otros. Platero publica textos de autores como Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Blas de Otero, Pablo Neruda, Luis Cernuda o Gabriel Celaya, y de muchos jóvenes como Antonio Gala, Elena Martín Vivaldi, Trina Mercader, etcétera.

Su carrera se consolida en títulos como Los buenos días, de 1954, con el que obtiene el accésit del Premio Adonais; posteriormente publica Ablativo amor, en 1955, y Del abreviado mar, en 1957; libros en los que mantiene la fuerza e intensidad del primer poemario y en los que aparecen reflejados muchos de los presupuestos que se consideran propios de la poesía de la Generación del 50, lo que permite afirmar que Pilar Paz Pasamar es la primera voz que surge en ese escenario de esa generación y también la primera en retirarse.

En 1957, el mismo año de la aparición de su libro de homenaje a Góngora, Del abreviado mar, Pilar se casa con Carlos Redondo. Como si se tratara de un paralelismo con la historia sus padres, abandona su exitosa carrera literaria en Madrid, para entregarse a la vida de pareja en Cádiz, en donde se radicó definitivamente. Este retiro no fue comprendido por muchos de sus compañeros de generación, ni por algunos de sus maestros, que lo juzgaron misterioso. Sin embargo, Pilar no abandonó la creación literaria; de ello queda constancia en la publicación de los libros La soledad contigo de 1960, el ensayo sobre poesía y la mujer Poesía femenina de lo cotidiano en 1964, y Violencia inmóvil de 1967. A estos tres libros les sigue un periodo de unos quince años en los que declara haberse entregado a una búsqueda interior, así como a desarrollar tareas de carácter social en centros que agrupaban a mujeres proletarias, o atendiendo a los más desfavorecidos.

En 1982 Pilar Paz Pasamar publica La torre de Babel y otros asuntos, un libro inquietante, extraño, no muy bien entendido por la crítica y, sin embargo, fundamental para explicar su retiro de los ambientes literarios y su posterior locuacidad creativa, en busca de la trascendencia, de la divinidad, que conjugan la heterodoxia de la vida con la sabiduría. A este libro le seguirían la antología La alacena, de 1986; Textos tapidarios: La dama de Cádiz, de 1990, y Philomena, de 1994.

Con este poemario que llega a la plenitud de su obra, la literatura en lengua española renueva acaso una de las vías menos cultivadas y de gran vigencia en la actualidad: la de la mística en castellano. Pilar Paz Pasamar no ha recibido toda la atención crítica que merece, pero eso no significa que no haya dejado huella entre sus fervientes lectores. Acaso a la conexión con sus lectores se deba el que no se perciba la más remota huella de resentimiento en su obra, todo lo contrario, la autora se siente muy unida a su entorno, como declara en este poemario: «Estás en ese mar, ola marítima, / y en la brisa que cruzas, mi navío, / y en el paso que pisas, caminante / y en el golpe que llama del cartero, / y en el oficio noble y oferente, / -trinas tan seria como si contaras / lo mío-. ¡Oh, tú mi yo, mi pertenencia, / oh, tú mi compañera! / ¡Cantar, cantar, cantar es lo que importa!».


Los versos dedicados a su marido, al compañero, Carlos Redondo, tras su fallecimiento en 1997, dan cuenta de su actitud vital, cuando aparece su libro Sophía: «Ahora te sé, pues te recuerdo. / -Saber es recordar según el griego-. /Ahora sé más de ti que cuando estabas. / Ahora puedo medir lo que me deshabitas. / Ahora sé más de ti por lo que falta. / Te digo más, porque el silencio impera».

Desde esta asunción de la pérdida como hallazgo de sabiduría compartido, de enseñanza dolorosa pero necesaria de la vida, Pilar Paz Pasamar sigue escribiendo en Cádiz, donde ha sido homenajeada en más de una ocasión, hasta ser nombrada «Hija adoptiva de la ciudad» el 21 de diciembre de 2004. Volcada totalmente en la literatura, tanto en la poesía, como en la narrativa y el periodismo, sigue contemplando el mar que como la memoria, es ver volver, y sigue trabajando al dictado del canto de Philomena.

Cronología

Esta cronología se ha organizado en tres etapas, atendiendo a hechos vitales y literarios que confluyen tanto en la trayectoria personal como en la obra de Pilar Paz Pasamar.

1933-1957: periodo en el que destaca la publicación de Mara (1951) y estancia en Madrid, así como la de Los buenos días (1954), accésit del Premio Adonais de poesía; ciclo de juventud que culmina con la publicación de Ablativo amor (1956) y Del abreviado mar (1957) y la fundación de la revista Platero.

1958-1981: lapso en el que fija su residencia en Cádiz y que comprende la publicación de La soledad, contigo (1960) y Violencia inmóvil (1967). Tras estos poemarios se suceden unas décadas de silencio en el ámbito de la producción poética, pero que, sin embargo, cristalizan en una intensa búsqueda personal y una notable labor social entre los sectores menos favorecidos hasta donde llegaron sus versos.

1982-2005: la etapa de su madurez intelectual con la publicación de La torre de Babel y otros asuntos (1982), Textos lapidarios: la Dama de Cádiz (1990), y sus poemarios más recientes: Philomena (1994) y Sophía (2003). A estos poemarios se añade la aparición de Historias bélicas (2004), una antología que reúne su obra en prosa.


Pilar Paz Pasamar: poesía y vida Por Concepción Bados Ciria (entrev...

Información obtenida de Centro Virtual Cervantes


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AMANTES EN LA ORILLA

Me gustaría daros,
amantes en la orilla,
el tronco de algún árbol
donde pudierais todos
grabar las iniciales.
Un álamo o un pino,
o un roble, o algún chopo,
o la acacia de un parque
meticuloso y frío
que desdeñáis por este
salobre aire del mar.
Sí, un árbol para cada
pareja, un árbol trise
como todas las cosas
que sirven al recuerdo.
En el largo paseo
ni una mata, ni un trino,
ni una sombra. En lugar
de rosa y margarita
que deshojar, el alga,
la podrida y rotunda,
fuerte esencia marina.
El faro allá a lo lejos
ilumina de pronto
el abrazo furtivo
y hace, cómplice, guiños.
Un árbol sin raíces,
al aire, os traería.
Si alguna vez amantes
de este rincón, hubiera
olvidado el mensaje
de mayo, y la que os canta,
mi voz, ya no sintiera
su anuncio, os dejaría
mi garganta, y en ella
-como en un viejo tronco-
grabaríais el clásico
corazón, la promesa,
la inicial, y tal día
de tal año, en cualquiera
y feliz primavera.
Mi garganta aún podría
servir de algo al amor.

Pilar Paz Pasamar




DE TIERRA ADENTRO A MAR...

De tierra adentro a mar, de trecho a trecho
desde el invierno hasta el feliz verano,
de la estepa encendida de la mano
a la región volcánica del pecho

va posándose amor, y va en acecho
amor de cima a sima, y sobre el llano,
y va implantando en todos, soberano,
su ley, su ejecución y su derecho.

Rey de la geografía del semblante,
encendedor de lumbres abisales
toda región desconsolada anima.

Cruza desde el poniente hasta el levante
implantando sus órdenes reales:
su agua, su luz, su voluntad, su clima...

Pilar Paz Pasamar



 
COPLILLAS DE UN SECRETO

Nadie lo sabe y lo dice:
sólo tú por mi secreto,
¿Con qué llave penetraste
por la cárcel de mi sueño?
Teníamos la frontera:
una almohada de por medio
y de pronto, enredadera
que va alzándose del suelo,
le diste alcance a mi sombra
y se iluminó el momento.
Está, bien, mucho mejor.
Así nos sabrán más frescos
los abrazos, ya no queda
vallado entre los dos huertos.
Si alzábamos ese muro
fue por gusto de romperlo
después, que sabe mejor
lo que antes tuvo misterio.
Cada noche, colocaba
en tus manos el llavero.
mira si lo deseaba,
y ya me estaba doliendo
que tú supieras de mí
todo, y un poquito menos.
Mi secreto ya no era
ni la sombra de un secreto.
Con tu amor, subió hacia arriba,
flotaba como algo muerto
sobre mi mar porque tú
alzaras después su peso:
y ya ni pesa siquiera.
Casi vuela, al extenderlo
como una sábana limpia
debajo de nuestros cuerpos.
Nos hizo cómplices. Puso
su sal, bajo nuestros besos
y que el mundo pareciese
recién estrenado, nuevo.
Que yo no quiero tener
-ay, amor, que no quiero tenerlo-,
que no quiero conservar
ni siquiera un pensamiento
con las raíces antiguas
clavándose en el pecho.

Pilar Paz Pasamar



EL REBELDE

A mí la nieve me quema
siendo la nieve tan fría...

¿Que dentro? Salgo a la calle.
¿Que fuera? -No, ¿Que de día?
-Yo salgo de noche. ¿Que
de noche?
Y mi alma se empina
para darse contra el sol
rotundo del mediodía.

No. Si me tiendes tu mano
la apartaré de las mías,
si ponéis entre barandas
mi regresada alegría,
romperé los barandales
en seguida.

Ni tú, ni el otro, ni vuestra,
ni de nosotros. Mi vida
un «no» contra todo y siempre:
«no, así no», como una fría
espada de pesadumbre
contra márgenes y guías,

¿Que los demás? Los demás
podrán, pero yo no. Mira:
es preferible quedarse
seco como la ceniza.

No, a mí no. Descalzo y limpio
mi corazón no se agria,
pájaro neutral de marzo
vivo como él todavía.

Mi pie, mi mano. La mía.

¡A mí la nieve me quema
siendo la nieve tan fría!

Pilar Paz Pasamar



 
HASTA LUEGO

Me vais a perdonar, es ya la hora
de esconderme en el alma.
Una jornada como ésta tiene
demasiada luz.

¿Cuánta palabra hubo, cuánto vuelo
agobiador formaron los petreles?

El camino quedó como camino
debajo de los pasos?

Y tú, pobre emoción de cada día,
retornarás después de esta mañana?

¡Cómo duele ir al paso de las ancas,
las orejas tibias,
como se cansa el dedo que acaricia
las cosas cotidianas!

Hasta luego. Mi pecho no os resiste.
Ya vuestra mansedumbre me hace daño
¡y hay tanto que esperar en el silencio!

Mañana, quiera Dios, será otro día.

Pilar Paz Pasamar



 
HEMOS LLEVADO JUNTOS ESTA PENA...

Hemos llevado juntos esta pena
como vaso de frágil porcelana.
Nos hemos arropado con el mismo
cobertor de tristeza. Hoy has cabido
dentro de un puño frío y apretado,
pero, a pesar de todo, te dormiste.
Eres hombre cabal hasta en el sueño.
Te duermes sin caer, sin derribarte,
te duermes como deben de dormirse
los cíclopes, los hércules, los dioses.
Los centauros, las fieras, así duermen.
Tienes el abandono de los grandes
y si el sueño te llega, tu victoria
la pregona las sombras y los mástiles.
Toda la tierra vela cuando duermes:
hombre, pecho de mar, párpado oscuro,
pan de trabajo, río de sudores,
hombre puro de cara a la fatiga
acosado de dientes y veranos.
Eres más hombre aún cuando se encierra
tu limpia forma de mirar la vida.
Hombre mío, cansado y solitario,
tenaz defendedor de pan y risas,
condenado al amor y al sufrimiento,
hombre, amor al que arrimo mi desvelo,
compañero de almohada y despertares.
Si tú has dormido al fin, también yo puedo,
y si tú velas, en amor yo velo.
Venga ya para mí un trozo de olvido,
tome mi pecho el ritmo de tu pecho.
No nos pudo la pena, y de tu mano
corrió la sombra y se apagó en mi río,
corrió el dolor y se agostó en mi vena,
me inundaste de sueño junto al tuyo
y me dormí junto a tus costillares.

Pilar Paz Pasamar
Pintura de John William Waterhouse




Retorno

Si un verso olvido nunca me devuelve su cita.
Volver es tan difícil como morir de veras,
por eso son distintas todas las primaveras
y esperamos en vano que un sueño se repita.

¡Y tú quieres llegar! En mi mano vacía
tu presencia se vierte reducida y oscura;
se pudren las raíces y el brote no me dura
lo que dura el deseo bajo el golpe del día.

Si hay para cada instante una voz diferente,
ni hay silencio que envuelva por dos veces mi frente,
ni ola que desdoble repetida en la orilla,

¿cómo vas a llegar sobre tu propio paso
si el camino es distinto, y hasta Dios tiemble acaso
al besarnos dos veces en la misma mejilla?

Pilar Paz Pasamar

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