Doctor en Filología románica, fundó junto con Antonio González de Lama y Victoriano Crémer la revista de poesía comprometida Espadaña en 1944. Publicó en otras revistas poéticas de la postguerra española, como Cisneros o Corcel. En 1953 obtiene el Premio Juan Boscán de poesía, muy significativo en estos años.En 1960 se traslada a Berna para trabajar como profesor universitario.
Entre 1945 y 1955 publica la mayor parte de su obra poética: Cantos al destino (1945), el clandestino Pueblo cautivo, (1945-46) publicado anónimo, pues contenía una incisiva crítica del régimen franquista, Amor prometido (1946), Contemplación del tiempo (1948), Siempre (1953) y España, pasión de vida (1953).
Tras este libro sobrevendría un largo silencio hasta que en 1975 aparece una extensa antología de su obra poética titulada Poesía (1939-1964), en el que se incluía el nuevo poemario Angulares, que contiene poemas escritos entre los años 1955 y 1964.
Escribió también un estudio en tres volúmenes acerca de la novela española de posguerra titulado La novela española contemporánea (1958-62), inspirado por los principios del realismo social.
Desde sus inicios, Eugenio G. de Nora escribió una poesía comprometida social y políticamente, a la que Dámaso Alonso llamó poesía desarraigada, cuyo máximo exponente es su libro España, pasión de vida, de 1953. Sin embargo, la adscripción a la revista Espadaña y a las corrientes poéticas de compromiso social no debe hacer olvidar que Nora abordó otros temas relacionados con la condición humana, como el del amor. Así, ya en el poema inicial de Cantos al destino (1945) «Otra voz», se afirma la amplitud temática que caracterizará toda su producción poética, en especial la de los años 50. Amor, muerte, la preocupación por el paso del tiempo y el afán de trascendencia del ser humano van a ser los grandes temas de mucha de la poesía de Eugenio de Nora. El tono es elegíaco y a veces escéptico, revelando una visión existencialista del mundo.
De este modo, en Eugenio de Nora se observa por un lado una vertiente de su obra centrada en el momento histórico, la poesía de compromiso social, y por otro una poesía preocupada por el destino individual del hombre, en el sentido existencial, que estaría representada por obras como Contemplación del tiempo (1948), si bien este poemario no está exento de poemas en los que se recuerda la Guerra civil y sus consecuencias traumáticas.
Pueblo cautivo, (1945-46) inaugura la poesía testimonial y de denuncia que caracterizará los libros posteriores de Gabriel Celaya o Blas de Otero.
Información obtenida de Wikipedia
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POESÍA
Bajo el alba,
entre rosas extasiadas,
salí camino del cielo,
para ver si te encontraba.
Para ver si te encontraba,
y tú, mi vida, no estabas.
Tú no estabas. Entre rosas,
llamándote, bajo el alba.
Hallé rosas de la aurora
venciendo mares de sombra.
Miré rosas de la tierra,
erguidas porque las quieran,
las besen.
Cántico del sol que muere,
vi las rosas del poniente.
Los ángeles las regalan.
Y tú, mi vida, no estabas.
Rosa de nadie, ignorada.
Tú, que te harás porque si,
y sin servir para nada.
De tu perfección avara,
purísima, alma del alma,
rosa bella, sin motivo,
oh, poesía mía, increada.
Eugenio de Nora
CARMEN DE LA ETERNA VIDA
Miraba yo las rosas penando de alegría,
solas entre mis manos, atónitas, perdidas.
Miraba antes las rosas. Quería tener, tenerlas.
Quería querer. Quería. Mas la forma no sueña.
Yo canté entre los chopos. Y contra el sol poniente
vi florecer los ramos de luz dorada y verde.
Y besé el agua, el cielo. Me trasfundí, fui todo.
Pero en la cima, siempre, sentí que estaba solo.
( Queremos lo infinito. Nos duele lo que escapa,
aunque entre luz y rosas sintamos fluir el alma.
Sólo es cual si cesara la corriente del tiempo
con otro tiempo humano. Tú y yo, remanso eterno. )
Felicidad contigo. Nos viven y sustentan
en lo hondo de la noche las eternas estrellas.
¡Felicidad! Tendremos, alba de cada día,
nuestro infinito en rosas desnudas. Nuestra vida.
Eugenio de Nora
CARMEN DE LA RIQUEZA
Yo, muchacho aldeano, regresando
por mis años de fresca y verde senda,
traigo, para tu tiempo, la alegría
de aquella inagotable primavera.
Para tu boca traigo la caricia
de tantas flores de color que sueña;
para tus ojos en los que oscurece,
la estrella de la tarde triste y bella.
Traigo la voz del agua que ha pasado
en el silencio tibio de la hierba;
te traigo el cielo, corazón sonoro
con álamos de música y ribera.
Abre tu alma. Mira el valle inmenso.
Nos ha correspondido esta riqueza.
es todo tuyo. el borde de la dicha
va más allá del tiempo y de la tierra.
Eugenio de Nora
CARMEN DE LA TARDE BELLA
Querría solamente una rosa;
esta luz clara y tibia en los ojos,
y una rosa entre las verdes hojas.
Una rosa,
para mirarla, para descansar,
para sentir el alma y ver su forma;
para estar solamente en silencio,
en armonía con la tarde hermosa.
Dejar que el tiempo, como una muchacha
deshoje su blanca corola,
eligiendo, dejando caer
entre las cosas, nuevas cosas;
el tiempo de luz y de sombra...
Quisiera solamente ser
una ternura frente a otra;
quisiera únicamente soñarte;
quisiera una rosa, una rosa.
Eugenio de Nora
CARMEN DE LA VOZ MÁS PURA
¡Maravillosos pájaros del alba!
Los musicales ramos
del aire, quietos. ¿Para quién
cantamos?
...Decís el cielo, lejana rosa
y violeta; en lo alto,
es azul, tiempo. ¿Para quién
cantamos?
La primavera secará sus flores.
cuando el amor vuele en el viento, el tallo
estará roto. ¿Para quién
cantamos?
¡Música dulce, oh voz de madrugada!
No he conocido lo que amo;
pero yo canto con vosotros,
¡maravillosos pájaros!
Eugenio de Nora
CARMEN DE LAS MANOS MARAVILLOSAS
¡Versos de amor! Qué pronto queda
dicho todo, sin empezar.
Es igual que mirar al cielo
iluminado alguna vez.
Tan honda en lejanía, tan puro
lo que quisiéramos cantar.
Pero qué decir de una rosa
en la mano, en el corazón.
( Sentarse al borde de una fuente,
sedientos, y verla temblar
en el junco verde, en el pájaro
que alegra la onda de la luz.
Tan indecible y sin palabras
como adorar, quedar, sentir
al aire en flor de una sonrisa
toda nuestra felicidad. )
Yo no sé bien por qué, tentado
de imposible, quiero decir
cómo la dicha excede al hombre,
cómo es tan inefable ser;
¡ser, solamente, ser, completos,
esto que somos al amar!
Una lira sonora, ebria,
en manos...
ah, ¿de quién, de quién?
Eugenio de Nora
CARMEN DE UNOS RECUERDOS
Hermosa,
sólo hermosa.
Estrellas tibias en tu pelo suelto
que el aire combatía;
prados floridos, cielos
en el agua, curvados
animales ligeros cuerpo abajo, ladera
abajo; pechos
gacelas; áureas
caderas con caballos. Todo, fuego
en un río de espacio musical, cauce de astros
infinito.
Sí: bella,
hermosa. Sonreías
como cálida nieve; mirabas pasar ríos;
concedías labiales
claveles oprimidos, auroras
vacilantes, luz negra,
hiedras ardientes cuerpo adentro.
¡Oh rosa
hija del tiempo, agua
del tiempo, floreciente
lago de tiempo!
Junto a tus orillas
he soñado la vida, y he mirado
anchos los cielos. Aunque todo pase,
yo amaré siempre.
Poso mi cabeza
sobre la roca, muevo el horizonte,
y oh sollozado ramo de palabras, golpeo
el agua clara. ¡Fuente,
luz del ser, con tu imagen!
¿Te soñaba? Tenía
una estrella en el pecho.
Y tú eras
hermosa, eras
hermosa; sonreías...
Eugenio de Nora
CARMEN DEL AMOR IMPLACABLE
Está lejos el mar, pero recuerdo
el musical chasquido de las olas
-oh cima, oh prados de agua florecida-,
corona de la fuerza melodiosa.
Está lejos el mar, pero recuerdo
la luz del sol en mil alfanjes rota,
la intensidad feroz, la luz de fuego
reverberando, primavera honda.
Oh, la visión alegra y embellece
la tristeza infinita de las horas
en espera; el azul innumerable
acoge al alma innumerable y sola.
Está lejos el mar, pero ¿quién ama
sin recordar las implacables olas?
La Fuerza insoportable hiere, rapta,
y de palabras bellas nos corona.
Eugenio de Nora
CARMEN DEL ÉXTASIS
Distraída del mundo; más, lejana
como un vuelo de pájaros, tú existes
donde el silencio empieza, donde el alma.
Donde las avenidas, misteriosas
de árboles altos y de sombra extraña
nos llevan a la pena más hermosa;
donde la noche llora, constelada
frente a sí misma, porque todo es poco,
porque los mundos brillan en la nada,
como nosotros, donde la belleza
suspende el tiempo; donde canta
mi voz más sola; en mi reducto último,
allí estás tú, silencio, alma.
Alza los ojos, tienes la cabeza
de una imposible luz aureolada;
quieres, querrías, pero no te sientes,
porqué eres sólo noche, noche clara.
¡Ah, dame ese silencio, rompe
esta belleza que nos mata!
Y en tu infinita noche, álcese
un viento dulce, despertando ramas.
Eugenio de Nora
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