María Cegarra Salcedo. La Unión (Murcia), 1903 - Murcia, 1993
Poesía y química serán las dos aficiones que encuadran y protagonizan la biografía de María Cegarra Salcedo. Junto a ello, la unión de los hermanos Cegarra Salcedo es otro de los puntos de partida para entender la figura de esta unionense, Hija Predilecta del municipio.
Un ambiente muy familiar
De padre comerciante y madre maestra, no había en la familia Cegarra ningún precedente conocido de escritores ni poetas, siendo su hermano Andrés el que inicia la afición.
Su madre, cordobesa, había venido a La Unión junto con unos familiares. El recuerdo que de ella tendrán siempre sus hijos será el de una mujer alegre y cantarina. Cuando llegó a la localidad murciana conocería al que se convertiría en su marido, persona reconocida en el municipio por hacer cambios en moneda extranjera.
El matrimonio tuvo tres hijos, siendo María la segunda de ellos, y supieron crear un clima familiar muy cálido y cariñoso, manteniéndose todos muy unidos.
María Cegarra nunca se casó. Tuvo amores que no pudieron ser y se dedicó íntegramente a los suyos, acompañada de sus hermanos hasta que la trágica muerte los separara.
La infancia de María transcurrió tranquila en las calles de su Unión natal, una infancia muy vinculada a su buen amigo Asensio Sáez, que compartirá además con ella su afición y posteriormente profesión por la escritura. Ambos desarrollaron sus vidas bajo el profundo respeto y devoción por su tierra, a la que dedicaron muchas de sus letras, a veces de forma conjunta.
La figura siempre presente de Andrés y Pepita
Las personas primordiales en la vida de María fueron sin duda las de sus hermanos, Andrés y Pepita.
Él, adorado por María y convertido en el niño a quien dar su amor, su cariño y su apoyo. Luchaba junto a Andrés para que la enfermedad que le dejó postrado a una silla de ruedas durante catorce años no le mermara nunca la sonrisa. Pepita su segunda madre, su apoyo, su referencia más inmediata.
El sufrimiento y la pena de María en cada una de las pérdidas de sus hermanos, la de Andrés demasiado temprano, será el seno de su dolor pero también de su inspiración. Por la muerte de su hermano escribiría su primer poema publicado, Cristales Míos, y tras el fallecimiento de su hermana, muy cercano a su propia desaparición, surgiría su última obra, Poemas para un silencio.
Con anterioridad al fallecimiento de su hermano en 1928 María nunca había escrito nada seriamente. Tras este suceso tan doloroso en su vida, se iniciará su camino poético, en primer lugar por la 'prolongación del recuerdo de Andrés, el deseo de mantener viva su memoria'.
La primera mujer perito químico de España
En un mundo de minas y mineros, María estudió química animada por su hermano, quien pensó que debía proporcionarse un modo de vida, y que mejor futuro en esa tierra que dedicarse al análisis de minerales.
Tras las penurias sufridas durante la Guerra Civil, recibiría la Licenciatura de Ciencias Químicas de esa especialidad. Se creó su propio laboratorio de análisis de minerales. A pesar de su poco afán de protagonismo, esta faceta de María despertó la atención de muchos, en una época en la que la mujer no estudiaba tan sólo dedicada a las tareas del hogar.
La unionense reconocería más tarde que ella no eligió la química, pero acabaría por enamorarse de ella. Por paradójico que parezca, cuando conforme se adentraba en el orden de las fórmulas químicas más significado encontraba su vida, confluyendo en su sentir más profundo de la mano de la poesía.
Su otra pasión: la enseñanza
Desde 1928, tras la muerte de su hermano, solicita entrar a trabajar, consiguiendo una plaza como interina en Cartagena. Descubre su vocación por la enseñanza, impartiendo clases por la mañana y por la tarde en tres o cuatro lugares distintos.
La dedicación de María a la enseñanza se prolongará durante 40 años, siendo profesora de Químicas en la Escuela de Peritos Industriales y Maestría de Cartagena y en otros centros de Formación Profesional y Bachillerato.
Además, ya solas ella y Pepita, durante muchos años sus ingresos fueron los únicos que tuvieron para vivir. No pasaron dificultades económicas, entre otras cosas porque no fueron ni ella ni su hermana mujeres de grandes ambiciones.
Después llegaron sueldos más altos, con los que se compró una casa en Cabo de Palos de la que estaba muy orgullosa.
El apego a su tierra
A María le gustaba mucho vivir en La Unión. Pudo marcharse a vivir a otro lugar, pero quizá el profundo afecto a sus padres, y a todos los que tenía cerca de ella, le hizo permanecer en su casa de toda la vida.
Participaba de la devoción popular de la Virgen del Rosario, a quien ofrecería en varias ocasiones sus palabras. Se sentía fascinada con el tema de la Semana Santa de su tierra. Se afirmó que no se conocía Jueves Santo sin María acompañando al Cristo de los Mineros, ni noche del Festival del Cante sin María, evento que también promocionó y del que le gustaba participar íntegramente cada año.
Por la casa de María pasaron muchos de los escritores y personajes más relevantes de la contemporaneidad murciana literaria, Raimundo de los Reyes, Carmen Conde, Antonio Oliver, Miguel Hernández o Ramón Sijé.
A partir de 1979 María instituye y costea el Premio Andrés Cegarra Salcedo, homenajeando a su desaparecido hermano. El propósito fue estimular la creación de nuevas letras de 'mineras' con destino al Festival del Cante de las Minas. Con este concurso se enriquecerán las letras del cancionero de las minas.
María y Miguel
Mucho es lo que se ha hablado o escrito sobre la amistad de María y Miguel Hernández, circulando una leyenda sobre el enamoramiento del poeta hacia esta mujer.
El cariño que ambos se profesaban suscitó todo tipo de comentarios, pero lo cierto es que, muchos años después, la propia María afirmará que los viajes que el gran escritor oriolano hacía hasta La Unión para verla se fundamentaban en una sincera amistad.
Fuera o no amor, el sentimiento quedaría escondido y reservado en sus interiores, pero la evidencia del gran afecto que ambos se tenían quedaría reflejado en la correspondencia que María y Miguel mantuvieron durante años.
Las creencias políticas de María
Con anterioridad al estallido bélico que sacudió a toda España, María no estaba definida políticamente. Después, como muchas mujeres de su época, se introdujo en la Sección Femenina franquista.
Allí desempeñó diferentes tareas, ocupándose del taller de artesanía, de dar comidas a las chicas, o trabajando en Auxilio Social. María Cegarra se confesó una mujer del régimen anterior, aunque por su casa pasara gente de toda clase y condición.
Durante la guerra les hicieron registros en varias ocasiones. Su padre murió en el año 40, hombre pacífico y bueno, según lo califica su propia hija.
No se consideraba revolucionaria ni marxista, pero si creía firmemente en que las cosas debían darse a conocer tal y como eran. Estaba conforme con las huelgas reivindicativas, criticaba la actitud de las grandes empresas que no trabajaban a favor de otros... tenía al fin una actitud conservadora encerrada en unos ideales de solidaridad e igualdad. Como la misma María decía, a ella lo que le gustaba era la paz, ya fuera de unos o de otros.
La postergación de su poesía
Como ha quedado escrito, el hecho de publicar no es parte esencial del destino de un escritor, y así se entiende en la trayectoria lírica de la poetisa unionense.
La poca repercusión a nivel nacional de María Cegarra ha sido entendida como la consecuencia de las pocas salidas fuera de su entorno y de la irregularidad en sus publicaciones.
Como suele suceder con gran pesar, fue tras su desaparición cuando muchas de las personas que hasta entonces no habían conocido la obra de María comienzan a interesarse por ella.
Carmelo Vera, escritor murciano que mejor conoce la obra de la unionense, achacaría las causas del escaso y tardío reconocimiento a la obra de María a esa irregularidad en sus publicaciones pero sobre todo a su aislamiento, lo que él llamó su 'profundo ser'.
El reconocimiento a María
Aunque algunos dijeron que la rutinaria vida unionense la ahogaba, lo cierto es que María sentía verdadera devoción por su pueblo, por el que se preocupó durante toda su vida. Los homenajes y premios tardaron en llegar, pero fueron muchos los que reconocieron y admiraron la gran huella y legado artístico que este personaje dejó en su tierra y fuera de ella.
Estando en Murcia, ya enferma y apunto de morir, a María se la recuerda pronunciando el 'cuándo nos vamos a La Unión'.
Su poesía
María Cegarra Salcedo creía en la inspiración, en el surgimiento espontáneo de las ideas. Confesaba no tener una riqueza de vocabulario amplio, como por ejemplo su amiga Carmen Conde. Se definía como sencilla pero llena de emoción.
Para María existía una especial simbiosis entre poseía y química. En su poesía se pueden vislumbrar dos planos de su propia realidad, poesía y fórmula, 'desvarío y fórmulas', título de una de sus composiciones.
Victorino Polo dijo de la poesía de María Cegarra que tenía un carácter concentrado, ofreciendo un mundo personal y prosaico pero dispuesto a ser poseído y simpatizado por todo aquel que se acercara a su obra.
También otros personajes destacados de la literatura murciana y española alabaron sus poemas, como Juan Ramón Jiménez, Cano Ballesta, Carmen Conde, Miguel Hernández.
Sus escritos son intemporales, y quizá sea en tal afirmación donde radique la magia de esta poetisa que no siguió los cánones de ninguna escuela, no se sentía parte de ellas.
En las palabras que Santiago Delgado le dedicó en el prólogo de su Obra Completa brindado a María Cegarra en 1986, expresa que la poesía de María desprende 'belleza, necesidad y emoción desde la primera palabra de cada poema'.
Persona coherente con su forma de entender la poesía y expresarla, con ideas consistentes acerca de ello, abordando temas como el paisaje natal, los entramados unionenses, sus minas, sus gentes, sus amigos, su familia, la búsqueda de Dios..., la poesía de María Cegarra sin embargo, no fue difundida por importantes editoriales ni fue motivo de reseñas críticas destacadas.
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De "Desvarío y fórmulas"
He sido
una sencilla profesora de química.
En una ciudad luminosa del sureste.
Después de las clases contemplaba el ancho mar.
Los dilatados, infinitos horizontes.
Y los torpedos grises de guerras dormidas.
He quemado mis largas horas en la lumbre
de símbolos y fórmulas. Junto a crisoles
de arcilla al rojo vivo hasta encontrar la plata.
No he descubierto nada.
No tengo ningún premio.
A Congresos no asistí.
Medallas y diplomas
nunca me fueron dados.
Minúscula sapiencia para tan grandes sueños.
Pequeñez agobiante para inquietudes tantas.
Y rebelde ha surgido, como agua en desierto,
el manantial jugoso, intenso, apasionado,
-dulce herencia entrañable- que tiene la riqueza
de llenar de poesía tan honda desolación.
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Fragmentos de Poemas para un silencio
“Las lágrimas lavan mis ojos.
Borran su contacto con la tierra.
Puedo mirarte sin distancias.
Tenerte fuerte en las pupilas,
Entre limpios celajes.
El tiempo, de silencios cansado.
Tu voz por mi frente palpita.
Yo sola la percibo y entiendo.
A mí sola entrega su secreto.”
“Corrió su nombre entero hacia el cielo de los nombres.
Callar es mi destino.
No puedo nombrarla, no me responde.
Su nombre navega sin eco ni sonrisa,
Palpitando perdido.
Quiero que sean mares, cielos, soles,
Tierra caliente y levantada quienes me lo devuelvan.
Quiero que sea Dios quien abra el cielo de los nombres
y lo deje caer sobre mi frente fría.”
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Saeta dedicada al Cristo de los Mineros
Dame el marro compañero,
Que tengo que desclavar al Cristo de los Mineros
Y no voy a “relevar”.
No tengo miedo a las minas
Ni le temo a los barrenos
Porque conmigo camina
El Cristo de los Mineros
Sangrando por las espinas.
No necesitas sepulcro,
Que la galería te espera
Con los cirios de pirita
Y el sudario de galena.
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Del libro Desvarío y fórmulas
Praderas de números
Vertientes de letras.
Quiero espigar rosas
Y corto símbolos.
Busco el agua
En el cristal y susurro
Y surge la pizarra
Con su negro intenso.
Castigo y consuelo
Debatirse
Entre el no y el sí
De tu mandato;
Entre el sí y el no
De tu misterio.
Y llegar a encontrarse
Palpitando llena de incertidumbres
Y deseos.
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DESPUÉS
Me moriré en La Unión junto a las minas,
con un rumor de mar a mi costado,
el cante de mi tierra como rezo,
y el trozo de un amigo por corona.
Tengo miedo que me cubra la tierra.
Pero el amor callado de mi ensueño,
desgarrará la oscuridad silente
alcanzando la luz inconsumible.
Mi mesa con su enredo de cuartillas.
Cartas que no alcanzaron su respuesta.
Un libro abierto, un retrato escondido.
Envuelta en soledad de soledades,
sin que nadie la recoja y la viva,
la emoción de mis versos al olvido.
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Presencia de Miguel
Nadie,
-ni antes ni después de ti-
Supo, sabe
Pronunciar mi nombre.
Hacías una creación de la palabra,
Del tono, del sonido, del acento…
Entonces…
Te recuerdo en mi nombre
-aprendido de ti-
Que conmigo inseparable, llevo.
Inconsumible, ingrávido.
Sin muerte y sin dolor.
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De "Cada día conmigo"
Hoy, mar.
Te he visto joven y alegre.
Has mojado tiernamente los pies,
de un hombre triste, descalzo,
que paseaba solitario por tu orilla.
Le has regalado una "chapina" blanca,
estriada moneda de tus sueños.
Con una gota de agua dentro,
redonda, transparente,
llena de versos y caminos.
Para la sed de un pétalo perdido,
O el bautismo de una mariposa.
Acaso aparecida lágrima
por las que nunca lloraron.
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Necesito arena.
Un poco nada más.
La que cabe en la palma de la mano.
Pero ha de ser limpia, suave, seca,
sin conocer orillas ni marcas,
ignorando pisadas y desnudos.
Sin voces ni ruidos.
Que no sepa de peces ni de ahogados,
ni del rumor de caracolas.
Sin tortura de ramblas.
Blanca y pura arena, recogida con cuidado.
Sola.
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