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miércoles, 12 de mayo de 2010

María Enriqueta Camarillo y Roa


María Enriqueta Camarillo y Roa nació en Coatepec el 19 de enero de 1872,
el mismo año de la muerte del presidente Benito Juárez.

Los primeros años de su infancia transcurrieron en su ciudad natal,
donde disfrutaba de dar paseos por las fincas naranjeras, bañándose en los arroyos y las pozas de La Marina y el Suchiapan Gustaba de cultivar flores, beber leche recién ordeñada y criar gallinas; cuando ya era una escritora famosa escribió un libro con sus memorias de la infancia.

Comenzó a escribir y a dibujar a los seis años Heredaba de su madre y de su familia materna el talento literario, y de su padre un gran amor y una verdadera pasión por la música.

A los siete años se trasladó con su familia a la capital del país, lo que le permitió vivir otras experiencias y cultivar sus talentos Por ese entonces, era ya presidente don Porfirio Díaz, quien apoyó las actividades culturales.

En la capital, ingresó en el Conservatorio Nacional en el año de 1887, para cursar la carrera de pianista; en 1895, recibe el diploma de maestra de piano y desde entonces, dio conciertos, audiciones, clases de música y compuso algunas piezas musicales, aunque siempre prefirió dedicarse a la escritura.

Desde los 22 años comenzó a colaborar en las revistas y periódicos más importantes del México de su época, y hace su entrada al mundo literario bajo el seudónimo de Iván Moszkowski, con el que publica sus dos primeros poemas.

Al año siguiente empezaría a ser conocida para las letras hispánicas como María Enriqueta, única figura femenina reconocida como escritora por sus contemporáneos, en pleno auge del Modernismo hispanoamericanoEl 7 de mayo de 1898, en pleno auge del Porfiriato, se casó con el historiador Carlos Pereyra. Sus primeros años de casados los vivieron en la capital del país y durante ellos María Enriqueta publicó sus primeros libros que contenían poemas que la hicieron famosa.

Carlos Pereyra ingresó al servicio diplomático mexicano en 1910, como encargado de negocios de México en la República de Cuba A partir de esta fecha, la escritora y su esposo radicaron en el extranjero A principios de 1912, elaboró una serie de libros de lectura para las escuelas primarias, a la que tituló Rosas de la infancia Publicada en 1914, esta colección fue implantada por la Secretaría de Educación Pública como libro de texto para todas las escuelas primarias del país; varias generaciones de mexicanos se acercaron a la literatura en sus páginas, para todos ellos el nombre de María Enriqueta es inolvidable.

En 1913, don Carlos Pereyra fue nombrado Embajador de México en Bélgica y Holanda con residencia en Bruselas, por lo que el matrimonio cruzó el océano y se instaló en los Países Bajos Debido al desarrollo de la Revolución en México y al estallido de la Primera Guerra Mundial, el matrimonio tuvo que abandonar Bélgica Primero se dirigieron a Suiza, pero decidieron establecerse en España En Madrid, escribió y publicó la mayor parte de sus obras: varias novelas, una de las cuales, El secreto, ganó un premio (en Francia) en 1922, como la mejor novela extranjera; un volumen de memorias, varios de poesía y algunos cuentos para niños.

Algunos de sus libros llevan ilustraciones hechas también por ella María Enriqueta fue, en su época, uno de los escritores mexicanos más leídos en muchos países. Sus libros se tradujeron al francés, al portugués y al italiano.

Después de que murió su esposo, en 1942, María Enriqueta pensó en regresar a su patria, y volvió en 1948 En Veracruz, la esperaba una multitud, y en su Coatepec nativo la recibieron con una inmensa alegría y con una gran fiesta popular.

A pesar de estas muestras de cariño, prefirió instalarse en la Ciudad de México Allí murió, enferma, ciega y sola, en el año de 1968, a los noventa y seis años Pero, todavía hoy sigue siendo recordada con mucho cariño por todos aquellos que aprendieron a leer con sus Rosas de la Infancia y por sus coterráneos coatepecanos, a quienes les dedicó su poema Coatepec.

Información obtenida de: http://portalveracruzgobmx/portal/page?_pageid=153,4202658&_dad=portal&_schema=PORTAL
http://wwwoemcommx/diariodexalapa/notas/n142970htm


Páginas de interés:

Rosas de la infancia: lectura para los niños: http://wwwcervantesvirtualcom/servlet/SirveObras/12695073224591506543435/p0000001htm#I_1_

María Enriqueta Camarillo: ¿imaginar o no imaginar? por Paola Dada en: http://wwwjornadaunammx/2001/11/04/sem-dadahtml

ROSAS PARA MARÍA ENRIQUETA, de César Augusto Vázquez Chagoya: http://occavcblogspotcom/2006/10/rosas-para-mara-enriqueta-csar-augustohtml

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FIELES AMIGAS


¡Buen tiempo hacía!
que no os veía!...
¡Cuánto mis ojos
os extrañaban!
Tarde por tarde
os esperaba....

¡Ya estáis aquí
junto de mi alma!...
¡Venid a mí,
amigas mías,
queridas lágrimas!...

Maria Enriqueta Camarillo


LUZ Y SOMBRA


Al teñirse de arrebol
la esfumada lejanía,
dicen todos;__"Nace el sol.
¡Es de día!"

Cierra el sol su rojo broche,
y al tender la sombra el manto,
sube al cielo, como un canto,
este grito,__"¡Es de noche!"

Mas no están siempre en razón
los que al ver el infinito,
lanzan en coro ese grito.
Yo, para saber lo cierto,
vuelvo mi vista a un balcón;
si está ese balcón abierto
y alzada la celosía,
digo al instante:__¡Es de dia!"
Mas si le miro cerrado
como flor que aprieta el broche,
mi corazón, desolado,
clama en voz baja,__"'Ea de noche!"...

Maria Enriqueta Camarillo


Al mar


Mientras tu canto resuena,
yo pienso en la patria mía...
Por sólo enterrar mi pena
en tus orillas de arena,
vine de mi serranía.

Vine por dejar mis males
en tus hondos arenales...
Mas, a tu abierto horizonte,
prefiero mi oscuro monte,
y a tus algas, mis rosales...

No cambio mis negras frondas
por tus aguas de colores;
mas vine a oír sus rumores,
porque dicen que tus ondas
curan los males de amores...

María Enriqueta Camarillo

AsÍ dijo el agua


En tanto que caía mansamente,
díjome el chorro en el pilón derruido:
«Del jardín de tu dueño aquí he venido;
hoy canté mis canciones en su fuente.

El rumor celestial de mi corriente
cosas tan dulces murmuró en su oído,
que el dueño de tu amor, agradecido,
ha puesto en mí sus labios reverente...»

Dijo así en el pilón. El sol ardía,
eran de fuego sus fulgores rojos...
Y yo que en fiera sed me consumía,

al tazón me incliné y bebí, de hinojos,
ese beso que él puso en la onda fría,
y que nunca pondrá sobre mis ojos...

María Enriqueta Camarillo

A una sombra

Sólo te vi un instante ...
Ibas como los pájaros:
sin detener el vuelo,
sin mirar hacia abajo...
Cuando quise apresarte
en la red de mis manos,
sólo llevaba el viento
un perfume de nardo,
y ya lejos, dos alas,
borrábanse en ocaso...
¡Oh, visión que brillaste
como fugaz relámpago!
¡Oh, visión peregrina
que, cual ave de paso,
cruzaste por el cielo
de mis soñares vagos!
Tras de ti, cual mariposas,
mis anhelos volaron,
y aun no tornan del viaje
que soy fiel y te amo.
Te amo con la locura
porque en tu vuelo rápido,
no viste que se alzaban
hacia ti mis dos manos...
Porque ante mí pasaste
como sueño fantástico,
porque ya te extinguiste
como los fuegos fatuos.
¡Oh, aparición divina,
bella porque has volado!
¡No retornes del viaje!
Yo, con pasión te amo,
porque fuiste en el cielo
de mis soñares vagos,
solamente dos alas
y un perfume de nardo...

María Enriqueta Camarillo

Renunciación

Sacó la red el pescador, henchida,
y en tanto que, feliz, del mar se aleja,
en voz más dulce que la miel de abeja
el Señor a seguirle le convida.

-Quien por buscarme, su heredad olvida,
será en mi hatillo preferida oveja-,
dice, y el pescador las redes deja
y vase tras Jesús con alma y vida.

Yo que ni redes ni heredades tengo,
que no sé de riquezas ni de honores,
que ignoro los orgullos de abolengo,

yo dejo, por seguirte, mis amores...
Eran mi bien, Señor... A ti ya vengo
más pobre que los fieles pescadores...

María Enriqueta Camarillo

Vana invitación

-Hallarás en el bosque mansa fuente
que al apagar tu sed, copie tu frente.

Dijo, y le respondí: -No tengo antojos
de ver más fuente que tus dulces ojos;
sacian ellos mi sed; son un espejo
donde recojo luz y el alma dejo...

-Escucharás, entonces, los latidos
del gran bosque en los troncos retorcidos;
o el rumor de la brisa vagorosa
que huye y vuela cual tarda mariposa...

-Bástame oír tu voz; tiene su acento
gritos de mar y susurrar de viento.

-Hay allí flores, como el sol, doradas,
y otras níveas cual puras alboradas.

-En tu mejilla rosa está el poniente,
y la blanca alborada está en tu frente.

-Hay allí noches profundas y tranquilas...
-Esas noches están en tus pupilas.

-Hay sombra en la maleza enmarañada...
-Hay sombra en tu cabeza alborotada...

-Lo que se siente ¡allí, no lo has sentido.
-A tu lado el amor he presentido.

-¡Ven! Ese bosque misterioso y quieto
va a decirte al oído su secreto...

-¡Es en vano el afán con que me llamas!
¡Si tú ya me dijiste que me amas!...

-Hay un árbol inmenso, majestuoso,
de altísimo follaje rumoroso;

en él, como serpiente, está enredada
una gigante yedra enamorada...

-Tú eres ese árbol majestuoso y fuerte:
¡deja que en ti me apoye hasta la muerte!

María Enriqueta Camarillo

Abre el libro

Abre el libro en la página que reza:
'Donde se ve que Amor sólo es tristeza',
y con tu voz de oro
que tiene sortilegios peregrinos,
¡ahuyenta, como pájaro canoro,
la sombra de esa frase, con tus trinos!...
Porque es tu voz tan dulce y lisonjera,
que si dices que Amor tiene dolores,
el dolor se resuelve en primavera,
y todas sus espinas echan flores...
¡Deja escapar tu voz, oh, dueño mío!,
y haz de esa frase triste sólo un canto:
tú puedes, con las lágrimas y el llanto,
hacer notas y perlas de rocío.
Es tu voz el crisol en que se funde
la invencible tristeza;
tan pronto como empieza
su acento a levantarse, luz de aurora
en el viento sus ráfagas difunde,
y en los abismos el dolor se hunde...
¡Es tu palabra eterna triunfadora!
Abre ya el tomo, y con tu voz suave,
destruye ese sofisma peregrino.
Seremos, mientras hablas, tú, cual ave,
y yo, como viajero absorto y grave
¡que se para a escucharte en el camino!...

María Enriqueta Camarillo

Lejos

¡Lejos!... Ya no me miras ni te miro...
Tal se alejan las hojas en su giro
llevadas por los vientos inclementes...
Mas no se apartan los que están ausentes:
puede unir la luna con sus reflejos
a todos los que aman desde lejos.
Yo te amaré por siempre con el mismo
afán; y tú también, en tu lirismo,
evocarás mi imagen desde aquellas
regiones. Así se aman las estrellas,
y así las mariposas en su anhelo,
sueñan subir para llegar al cielo...
¡Feliz quien lo anhela nunca alcanza!
ese podrá vivir con su esperanza.

...No oiré tu voz desde esta lejanía,
ni tú tampoco escucharás la mia.
No todos los amores
tienen, como la mar, dulces rumores:
hay amores que viven ignorados,
hay amores callados...
¡Oh! ¡Salve a quien enlaza con ternura
lo que vive en silencio o que murmura;
al que lleva hacia el sol las golondrinas,
al que junta la hiedra con las ruinas!
¡Oh, tierno amor que en nuestro pecho existe
con toda la dulzura de lo triste!
¡Él ha de recoger tus juramentos
cuando lleve hacia ti mis pensamientos!

...Los que ven, dos a dos, cruzar las aves
por los abiertos horizontes suaves,
no han visto en su abandono y sus congojas
al ave entre los árboles sin hojas...
Yo estaré así, cual ave entristecida
que va, sola, cruzando por la vida.
Y allá... tu corazón, viudo y sombrío,
que llora eternamente por el mio,
vivirá, del amor en el santuario,
cual monje escondido y solitario...

María Enriqueta Camarillo del poemario Rumores de mi huerto

El Relato del Romero

-Era tan linda la estrella
que vi -dijo el peregrino-
que absorto caí de hinojos
en medio de aquel camino...

Y le respondí: -Los ojos de ella,
tienen reflejo más fino
que el de la más fina estrella.

-Vi también -dijo el viajero-
cómo el viento iba alfombrando
con azahar el sendero;
al ir la flor revolando
iba en el aire dejando
perfumes y transparencia...

-Ella -interrumpí al viajero-
tiene más fragante esencia
que la flor del limonero.
Me mira por un instante
con asombro el caminante,
y luego dice: La brisa
que jugaba en rededor,
poniendo en blando temblor...

-Así, así es su sonrisa.
-La nieve del ventisquero-
sigue contando el romero-,
la nieve que allá en la altura...
-Así, así es su blancura.
-Mas ¡basta ya de mentir!-
exclama con arrebato
el peregrino al oír
que interrumpo su relato-.
¡Basta! ¡Que no puede haber
ninguna diosa o mujer
más hermosa que una estrella!
Y yo, entre la luz suavísima
que mi lámpara destella:
-¡Ella sí!- clamé -. ¡Sólo ella!...
Y señalé a la Purísima.

María Enriqueta Camarillo

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