En 1996 consiguió el Premio Federico García Lorca con Un intruso nos somete, Granada, Universidad, 1997, reeditado en Castellón, Ellago, 2004; y en el año 2000 un accésit del Premio Adonáis con El laberinto azul, Madrid, Rialp, 2001. Su tercer poemario se titula Crisis, Valencia, Pre-Textos, 2007.
También preparó la edición de Copias rescatadas del natural, de José Manuel Caballero Bonald, Granada, Atrio, 2006. Recientemente ha editado la antología Deshabitados para la colección Maillot Amarillo, en 2008; y el libro El romántico ilustrado. Imágenes de Luis García Montero, junto a Xelo Candel Vila, Sevilla, Renacimiento, 2009.
Ha traducido, junto a Stéphanie Ameri, obras de Pier Paolo Pasolini, Filippo Tommaso Marinetti o Henri Michaux.
Forma parte de numerosas antologías, entre las que destacan 10 menos 30. La ruptura interior en la «poesía de la experiencia», de Luis Antonio de Villena, Valencia, Pre-Textos, 1997; Yo es otro. Autorretratos de la nueva poesía, de Josep M. Rodríguez, Barcelona, DVD, 2001; Veinticinco poetas españoles jóvenes, Madrid, Hiperión, 2003; o Cima de olvido, de Rafael Alarcón Sierra, Huelva, Diputación.
También ha publicado crítica literaria y poemas en diversas revistas como Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Rilce, Letras de Deusto, Historia y política, Analecta Malacitana, Humanitas, Monteagudo, La Estafeta del Viento, Litoral, El Maquinista de la Generación, Sibila, RevistAtlántica, Renacimiento, Clarín, Campo de Agramante, Texturas, Nadadora, Prima Littera, La página, La Poesía, señor hidalgo, Cuadernos del Matemático, etc. Dirige asimismo la revista Paraíso.
Diseminación
Los poemas que nunca escribiré
se han convertido en humo
afirmativo y en volutas
que no desaparecen, se disuelven.
Blanco humo de las chimeneas
que contiene poemas de todos los colores.
De "Crisis", 2007
Juan Carlos Abril
METAMORFOSIS DE LAS LLAMAS
A Luis García Montero
El hombre señalaba el cementerio
y me dijo asustado:
El sigilo del miedo
de pronto es cazador y se avergüenza
sintiéndose verdugo.
Para que haya un orden
tienes que estar debajo.
Demasiado
esfuerzo. Será nada.
Entonces se sonrió
saliendo hacia la luz desde la sombra.
Yo sé bien que detrás
hay algo que se mueve,
y conservo su imagen.
Una noche
aquí estuvo y sentí
todo el miedo del mundo. Nunca más.
Señalaba despacio
la ancha tierra, el cielo alto,
y les puso otros nombres.
Me contó que al final es un latido,
uno solo, y que el riesgo belleza
si se cierran los ojos.
Yo después escribí
linda crisálida que nace muerta
y vuela con los sueños lamentables
y vuela, y vuela, así cambian las cosas.
Juan Carlos Abril
Don de la ingenuidad
Cuando regreses
a la ciudad verás las ilusiones
que madrugan con sus acentos
incapaces de desprenderse
del pasado, que ignoran
lo mismo que nosotros.
Tú ni siquiera sabes por qué vives,
cómo es posible limitar
la realidad de varias formas,
si es tuyo este deseo
en la utopía de los débiles,
rebeldes, nunca hermosos.
No dormirán las culpas hasta tarde
y en su espiral el ruido
con su dragón ajuglarado
bisbiseará un nuevo día:
Horarios imposibles,
beata actividad.
Contra ti mismo cuántas veces;
cuántos modos conoces
de hacerte daño.
Ya no quedan violines
y la melancolía de las fuentes
posee menos memoria
que sentido común.
He de explicarlo casi todo.
El tiempo, como un herpes, su sintaxis
sin posibilidad. Irás
pero no volverás.
Este país tiene la pata herida.
Yo quise destruirme
fregando platos,
dije lo que me apetecía.
En los desfiladeros
de mis eses,
con el afán
de principios de curso
superé mi propia rutina
y eliminé
lo que no soportaban.
Unos dicen que ha muerto,
otros que nunca morirá.
Aún así
te convences con poco.
Colono de una lengua
que hoy sigues recordando,
quiero reírme
de esas largas genealogías
mientras diseño aquí mi casa:
encinas y palmeras,
tamarindos,
palabras con descuento
e insistencia:
es tu virtud.
Y otro episodio
dentro de ese vacío
infantiloide
que debes aceptar
intermitente,
la descripción de un personaje
con flexibilidad: ser puente o río.
Inédito
Juan Carlos Abril
El clavo
Todo lo revivido se estremece.
Repites las historias muy despacio
con los nombres del mundo de los muertos
pues lo bello, al final, resulta triste.
Las huidas sin carrera son la imagen
grotesca de los sueños, el agua que se escapa
entre las manos y, por eso, prefieres
cambiar aquellos nombres y lugares, dejar
sólo los hechos con los sentimientos
que arrastran.
Puede ser una señal
y casi te deslumbra.
En el dolor, no obstante,
el abrazo es más rápido que un cepo.
Ser uno mismo, sí, pero antes ser de otros.
De "Un intruso nos somete", 1997
Juan Carlos Abril
ELEGÍA
La noche es el escudo
que abarca su mirada,
la tierra que rodea
desde el riesgo a la tumba.
Ya amanece
en la posada del acantilado
donde cuelga un farol
y un letrero que gime en las tormentas
infernales de invierno.
Aquí vibra el dominio de la espada,
mano que empuña su destino
libre y que atraviesa
el territorio de la dignidad.
Yo prometo
la tierra de los sueños,
lejana de las leyes de los hombres
que ahora contemplamos.
Voz inerte,
viento, nostalgia. No te apresarán
los perros convocados que persiguen
el olor de una muerte fugitiva,
ni cederán el hambre, los pies siempre cansados,
la persistencia del dolor.
Yo sé
que este horizonte púrpura consigue,
como fuego y presagio,
el rastro insoportable de la cólera,
la luz de la esperanza.
(De Un intruso nos somete, 1997)
Juan Carlos Abril
FLOR PENSATIVA
A Stéphanie Ameri
Entonces entender es la fractura,
otra omisión
que no se justifica.
Vas surgiendo
desvaída en el punto en que se rompe
aquel olor de hojas que la brisa
como una nueva explicación del mundo
distrae, alegremente.
Estás sentada.
Tan despeinada y pálida después
del esfuerzo infeliz y del trabajo.
No hay repetición.
Son nombres
que ofreces al azar y, sin embargo,
impensables sin esa compasión
que crece derramada por tu boca,
ese licor de la imprudencia.
Ahora
descansas. Estás sola.
Y es un filo brillante
que a todo da sentido, siempre ahí
desde lo más oscuro, sin ser dicho.
Juan Carlos Abril
TERRA D’OMBRA BRUCIATA
Una ausencia de origen, espontánea,
no parece impulsar las blandas torres
de un recuerdo animoso.
Tienen un nombre fijo.
Por entonces, llegábamos
como el verano, enfrente
con su cielo dinámico y sencillo.
Quisiera parecerme a aquella vida
y no perder la luz de su bondad.
Me acercabas promesas
lejos del roce de los párpados
cóncavos y abisales,
párpados mutilados de los niños
que cantaban a coro
su religiosa música lasciva.
Sólo tus dedos mágicos curaron
los ojos que sangraban. Vi su mundo
a través de los míos,
notando de su envidia
la vejez prematura,
su torpe sueño breve.
Como todos, yo había despertado,
y la tranquilidad de la naturaleza
nos mostraba caminos diferentes
en el amanecer. Cada mañana
templada, se ofrecía a poseerla
sin pedir nada a cambio.
¿Fuiste tú quien se dio,
si nadie puede darse así realmente,
o fueron las montañas
morenas o marrones
con sus senos metálicos,
y la felicidad?
Juan Carlos Abril
El vigía
Veo en el horizonte un humo verde
reptando, caprichoso,
igual que una culebra entre las rocas.
Y cerca, en el camino a mitad de este sendero,
la verja vegetal que lo recubre
lujosa, decadente,
escarchadas y lánguidas
clarean unas ramas.
Parecen tensas venas que sujetan
a punto de partirse este paisaje
en la ventana de la fantasía.
Protege la muralla.
Y cómo cubre cárdena su imagen
y oscila en la penumbra,
cómo se pierde, y cómo se difunde.
Justo ahí donde empieza la escalera,
una escalera natural
de piedra, justo ahí es donde paro,
y me vuelvo otra vez.
Y aquí yo, y tú también,
ya nosotros.
Con miedo incluso, incluso
incertidumbre, en triple dirección.
Con la mano temblando al escribir
esta venérea milicia, noble
título, y mucho más real; pues sabemos
que no nos pertenece casi nada,
que todo es suyo y nuestro,
y que yo no soy nadie.
¿Algo es mío?
¿Cómo es posible ahora
escuchar su advertencia?
¿Cómo estar en lo cierto
y descifrar los símbolos osados
que la belleza desinteresada
rasga en nuestras imágenes?
¿Preguntas
indefinidamente sin respuesta?
Daré la voz de alarma
ante cualquier extraño movimiento.
Tengo explícitas órdenes
de tirar a matar.
De "El laberinto azul", 2001
Juan Carlos Abril
Galope
Lejos la extraña luz
que atraviesa la noche, y más extraña
la luz de los poemas, este espacio
tan breve que ilumina
hacia adentro y nos punza.
Como si la distancia
que apenas calculamos,
se desbocara sola
arrastrándonos fuera,
lejos de todo. Lejos.
Se parece al deseo
de ser nosotros, sí, nosotros mismos
ahora, mas no hay nada,
no hay almas.
Hay relojes
antiguos con delgadas manecillas
locas, y lentos medallones de oro
prendidos en tu pecho.
Como una inmensidad que nos rodea
sin sentido, a nada nos reduce
y abandona lo suyo.
La soledad es ciega y es salvaje.
Sujétate a sus crines despeinadas
y agárrate bien fuerte.
De "El laberinto azul", 2001
Juan Carlos Abril
Traición
Este mundo de enfrente se encarama
donde puede y es tuyo sin saberlo,
a tu vida traiciona sin buscarlo
y no tienes la culpa.
En el pasado
fuiste feliz con la tranquilidad
de aquellos sueños, todas las promesas:
habitaba en tu mente un bosque inmenso
y siempre te asombrabas
con el murmullo de las caracolas.
Te sentías seguro en sus manos, protegido
por la mirada noble y bondadosa del padre.
Detrás de su existencia sólo había
una debilidad única: tú.
Nunca
más brillarán los ojos como entonces,
víctima de una infancia
demasiado perfecta.
De "Un intruso nos somete", 1997
Juan Carlos Abril
EL REY HOJA
Ver significa primavera
y una corona adolescente
entrelazada de atributos.
Pero una venda forma enigmas
e, igual que el pan que crece oculto
en nuestro cuerpo, ignora el daño:
sólo nos guían los adornos
que a través de su flauta — algo se cumple
o se descifra — inician otra fuga.
En la persecución seremos vegetales.
Juan Carlos Abril
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