Profesor de literatura española en la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia, obtuvo el Premio Adonais de 1977 con su libro Maneras de estar solo (Ediciones Rialp, Madrid, 1978), que lo dio a conocer en la poesía española contemporánea. Ha publicado posteriormente otros seis libros de poemas: Páginas de un diario (El Bardo, Barcelona, 1981), Elegías (Trieste, Madrid, 1984), Autorretratos (Ediciones Península / Edicions 62, Barcelona, 1989; segunda edición, mismo año), La vida (Tusquets Editores, Barcelona, 1996; décima edición, 2008), La certeza (Tusquets Editores, Barcelona, 2005), al que se le concedió el Premio Nacional de la Crítica correspondiente al año de su publicación, y Oír la luz (Tusquets Editores, Barcelona, 2008).
Su poesía completa ha sido publicada hasta la fecha en tres ocasiones: Las cosas como fueron (1974-1988), recopilación de los cuatro primeros libros del autor, con numerosas correcciones (Editorial Comares-La Veleta, Granada, 1992; segunda edición, revisada, 1995) y Las cosas como fueron (Poesía completa, 1974-2003), que recoge todos los títulos de Sánchez Rosillo (excepto La certeza y Oír la luz), con nuevas correcciones y algunos poemas inéditos (Tusquets Editores, Barcelona, 2004). Hay también una antología de su obra, Confidencias, con prólogo y selección de Andrés Trapiello (Editorial Renacimiento, Sevilla, 2006).
Ha publicado asimismo el ensayo La fuerza del destino (Universidad de Murcia, 1992), y traducido una Antología poética de Giacomo Leopardi (Editorial Pre-Textos, Valencia, 1998; segunda edición, 2004). Seleccionó e hizo el prólogo de El volador de cometas, antología poética de Andrés Trapiello (Editorial Renacimiento, Sevilla, 2006). Ha colaborado en numerosas revistas literarias y sus poemas figuran en las antologías más representativas de la poesía actual. Alguno de sus libros y selecciones más o menos extensas de su poesía han sido traducidos a diversos idiomas.
Información obtenida de Wikipedia
Alabanza de la noche
La luz los separaba. No podían
acomodar sus ojos al dolor que la mañana
derramaba en su mundo, en el tierno desorden de sus cosas.
El día le dictaba a la indolencia normas de claridad,
difíciles caminos bajo el sol.
Malgastaban su tiempo en trabajos extraños,
en tareas que les eran ajenas y que las horas
dejaban en sus manos de repente.
Y transcurrían siglos de silencio, inacabables
épocas de sed, grandes espacios de flores muertas,
Pero al fin la triste respiración de la ciudad cansada
les decía que comenzaba a regresar el atardecer.
Posaban la mirada en las lejanas cumbres. Presentían
que en el rumor oscuro de sus árboles
ya estarían las aves buscando su cobijo,
su humilde refugio de verdor apagado.
Entonces olvidaban la larga separación,
rompían las ataduras de la luz
y se encontraban de nuevo en el límite exacto de la sombra.
Porque la noche los unía, los empujaba suavemente
al lecho en que los cuerpos celebran los ritos de la
inmediatez,
al reino de la inocencia y de lo verdadero.
11 de junio de 1976
Eloy Sánchez Rosillo
Alrededores de la luz
Casi sin ver la realidad del día
ni la certeza de su claridad,
ando en busca de ti, de los vestigios
de unos años, de un mar, de unos lugares.
Porque la sombra avanza y los astros escriben
sus órdenes fatales en mi frente,
y es triste a solas proseguir la angustia
de los caminos que iniciamos juntos.
Pensar un cuerpo es inventar la noche
de las islas perdidas, el fulgor
olvidado en los brazos de la hierba.
Es difícil ahondar en el silencio,
llenar de amor el hueco que el instante
abre en el grito con que te pronuncio.
No escucho la presencia de tus pasos
vigilando la herida de los versos escritos
ni el temblor desolado de la tarde
deja en mi voz el poso transparente
de lo que ardió y se fue y es ya elegía.
Seguir es regresar, volver al borde
del lecho aquel, de la blancura en llamas.
La soledad me dicta letras anochecidas
y las horas se duermen en el pulso del tiempo.
Vuelve a llamarme. Esparce tus designios
en las proximidades de otra hoguera.
Se acabará el sonido del invierno,
la mirada extendida, la sed de las palabras
El deseo que recuerda el color de unos ojos
descansará en la tierra que conoce.
Las calles arderán a mediodía
y cantará la luz entre mis manos.
14 de marzo de 1974
Eloy Sánchez Rosillo
Camino del silencio
Y ahora cállate. No dejes que a tus labios
se asomen nunca más las palabras que hoy
has dicho por vez última. Guarda la voz
para tu soledad. Que tu trabajo
sea el silencio, el gozo o el dolor de callar
lo que las horas te dieran, lo que aprendiste
en los días luminosos que se fueron.
Eloy Sánchez Rosillo
Cavidad permanente
Eran tan sólo cuerpos asustados,
carne color de grito, fiebre alerta
en la savia lunar de los rumores.
Al llegar pronunciaron su oleaje,
su ocupación cansada de la noche.
Hincaron su raíz en la penumbra
y en los atrios brillaron las señales
de una claudicación predestinada.
Nada dijeron de la luz herida,
de las gargantas que se despertaron
sobre la oscuridad de ciertas horas,
ni del murmullo arrodillado, lento,
de la respiración de sus edades.
Sobre la piel de una sonrisa muerta
creció la profecía de los nombres.
Las calles se olvidaron de los ecos
que acaricia al pasar la madrugada,
y la humedad trepó por la osamenta
de una ciudad hundida en el verano.
Nadie pudo advertir con su ternura
la palabra que el tiempo edificaba
sobre un reloj partido: la memoria.
El Sur se levantó sobre la sangre
y la sangre gritó en sus acueductos.
Después volvió el dolor a los caminos
y abrió sus espirales la costumbre.
12 de abril de 1974
Eloy Sánchez Rosillo
Cuerpo dormido
A veces recuerdo la tibieza de aquellos días,
la gracia de aquel cuerpo dormido,
la blancura del lecho en un rincón del cuarto,
el libro abandonado, entreabierto,
la lámpara sumisa, la ventana,
el sonido lejano de la lluvia,
los lentos rumores de la noche.
y pienso entonces que fue hermosa la vida,
y acaricio en mi pecho las heridas del tiempo.
25 de agosto de 1975
Eloy Sánchez Rosillo
Tierra de la soledad
Con el tiempo los cuerpos se acostumbran
a caminar completamente solos
sobre la tierra de la soledad.
Las vagas sensaciones, los recuerdos
de los lugares en los que encontramos
a alguien con quien hablar, a alguien que escuche
nuestras palabras mientras cae la tarde,
se van borrando lentamente, como
huellas que el viento apaga y desordena.
Y el eco tibio del antiguo encuentro
no persiste en la voz, en el lenguaje
con que aprendimos a nombrar las cosas.
Sólo queda la noche. Y nos perdemos
en el largo silencio de las calles
vacías. Y al llegar la madrugada
sentimos frío y respiramos muerte.
16 de octubre de 1975
Eloy Sánchez Rosillo
Tarde de junio
Ahora, juntos, vivimos la hermosura
de esta tarde de junio,
el fulgor de las horas en que nos entregamos
al conocimiento de la verdad del amor,
a la gran llamarada del encuentro.
Ahora sabemos que toda la alegría
cabe en el mundo breve de esta habitación,
en el espacio ardiente de este lecho.
La luz cansada del atardecer
dibuja sobre el tiempo islas doradas.
En un rincón del cuarto
brilla la enredadera de la música.
Un viento súbito sacude nuestros cuerpos.
y lo olvidamos todo.
Después regresan las miradas lentas,
los gestos satisfechos, las sonrisas.
Y luego contemplamos en silencio
con qué dulzura va cayendo la noche
sobre la indiferente ciudad que nos rodea.
"Maneras de estar solo" 18 de junio de 1975
Eloy Sánchez Rosillo
Supón que aún es agosto y que no estás tan lejos...
...aunque el ser amado esté ausente, a mano están sus imágenes
y su dulce nombre resuena en nuestros oídos.
Lucrecio
Supón que aún es agosto y que no estás tan lejos
de esta ciudad que todavía guarda
los últimos vestigios de aquella altiva llama del verano
que lentamente fue, como todo, muriéndose;
imagina que aun estas aquí, conmigo,
en la paz de esta casa que la luz hace hermosa,
y busca en tu memoria el esplendor dorado
de los días perfectos que en ella -porque así
lo deseó algún dios de mirada propicia-
hemos vivido, ajenos a todo aquello que no fuera
nuestra propia alegría de estar juntos.
Recuerda.
Mira. Mira esas gloriosas
mañanas: hace un rato que tú te despertaste,
y esperas en silencio a que yo abra los ojos
para darme los buenos días y decirme -hoy también-
que eres dichosa.
Y me señalas luego
ese rayo de sol que entra por la ventana
y aquí, junto a la cama, en el suelo, dibuja
un dulce charco de oro.
No dejes que se borren
de tu alma las risas de ese tiempo,
las palabras ardientes que sonaban
como un cristal finísimo y llenaban de música
las horas del amor: el espacio inocente
de la pasión cumplida en las radiantes noches
que nuestros cuerpos conquistaron.
Contempla estas imágenes,
y olvídate de ese lugar que ahora
a tu pesar y a mi pesar habitas:
calles llenas de otoño, gentes que desconocen
nuestra historia, tierras que no son tuyas,
y ese río que en nada se parece
a éste nuestro de aquí, que bajo el sol discurre
a través de los huertos.
Ojalá lleves siempre
contigo, a cada instante, mi recuerdo,
y estas palabras que en la noche escribo
pensando en ti, para que tú las leas,
te ayuden a estar sola,
y te acompañen.
De Páginas de un diario
Eloy Sánchez Rosillo
Sonido de un cuerpo
Dejadme a solas una noche entera
con esta voz que tiembla decidida y mojada,
con este cuerpo frágil y agresivo que pronuncia las
letras de un incendio instantáneo,
de un dolor que derriba las paredes del miedo
y erige su canción en la tierra arañada.
En la profundidad de esos ojos es posible encontrar
la huella de un astro salvaje,
de un vegetal orgulloso y persuasivo.
Este presente es llave, libertad, cárcel, mundo que
yo conozco:
la selva misteriosa de una piel reencontrada,
el verano extendido de una frase, de un gesto,
la sorpresa desnuda de un acto infinitamente repetido,
la posesión de un agua secreta.
Calles con sed, desiertos de mi mano,
oscuridad que palpa la epidermis del trigo,
encuentro de dos gritos usados,
cicatrices de antiguas y extensas caricias.
El vértigo que habita este minuto,
que instala su deseo en la cima de esta unión desesperada,
taladra el vidrio opaco de las soledades que dejamos atrás:
oficios que mancharon con su cera abatida la frente
de los metales más sonoros,
ocupaciones que nos persiguieron,
instrumentos roncos avecindados en ciudades húmedas,
poderes que sembraron tristes banderas en mi carne.
Ahora siento tu olor, ahora te escucho. y sólo existe
la voluntad madura de unos labios que cantan.
Afuera quedó todo. No hay ventanas
en esta habitación que nos acoge.
25 de marzo de 1974
Eloy Sánchez Rosillo
Preludio
Ya no sé cuándo, pero una vez dijiste
algo sobre la noche, algo acerca
de los poderes de la oscuridad.
y tus palabras, tan extrañas a ti, tan diferentes
de tu esencial y conocida luz,
me hicieron recordar los largos años
que tardó este presente en madurar.
Hubo un tiempo anterior. Hubo una ausencia
de sol acariciando los lugares
que después me ofrecieron su verdad más profunda.
y fue lento el azar. Y fueron lentos
los toscos argumentos del dolor,
las oblicuas miradas de la sombra.
Ahora escucho el sonido claro que en la mañana
se alza sobre los cuerpos, los paisajes
que antes fueron oscuros.
Frente a mis ojos brillan
realidades distintas, que hoy comprendo.
Pero cuando la tarde se acerque a los confusos
y trágicos colores de su fin,
tal vez oiga de nuevo la voz que había olvidado
y tenga que encontrar otras razones
para pensar que esto tampoco es cierto.
16 de diciembre de 1976
Eloy Sánchez Rosillo
Ya no sé cuándo, pero una vez dijiste
algo sobre la noche, algo acerca
de los poderes de la oscuridad.
y tus palabras, tan extrañas a ti, tan diferentes
de tu esencial y conocida luz,
me hicieron recordar los largos años
que tardó este presente en madurar.
Hubo un tiempo anterior. Hubo una ausencia
de sol acariciando los lugares
que después me ofrecieron su verdad más profunda.
y fue lento el azar. Y fueron lentos
los toscos argumentos del dolor,
las oblicuas miradas de la sombra.
Ahora escucho el sonido claro que en la mañana
se alza sobre los cuerpos, los paisajes
que antes fueron oscuros.
Frente a mis ojos brillan
realidades distintas, que hoy comprendo.
Pero cuando la tarde se acerque a los confusos
y trágicos colores de su fin,
tal vez oiga de nuevo la voz que había olvidado
y tenga que encontrar otras razones
para pensar que esto tampoco es cierto.
16 de diciembre de 1976
Eloy Sánchez Rosillo
Mar
Me entrego sin tristeza a ese rumor amargo
en el que el miedo agita con ira sus metales,
y, habitante de un mundo de muerte y transparencia,
obligo a mi mirada a vagar por un cuerpo.
Con urgencia golpeo sobre las decisiones
de un mar que no conozco, de un dolor que introduce
su noticia de sal en la herida reciente.
He abandonado el barro, la arcilla conocida,
para vivir al borde de un peligro que amo,
para buscar las manos que sostengan mi rostro
sobre el silencio neutro de las profundidades.
Parpadea un color, un informe lejano,
una constelación de sabores marchitos,
y una materia oscura, casi vencida, escucha
el vasto movimiento de un corazón insomne.
Se aproxima la noche.
Desaparece el rastro
que trazaron mis labios sobre la dulce piel
de un tiempo que latía.
Una piedra señala
el origen concreto de un orden sacudido.
y una mínima lumbre, una gota encendida,
encuentra al fin su lecho, su destino en la espuma.
La espera es una angustia que fluye lentamente.
Mis ojos amanecen enfrente de un deseo.
Ahora puedo gritar: un círculo de vidrio
observa los caminos que el sol abre en el agua.
14 de abril de 1974
Eloy Sánchez Rosillo
Las sombras anteriores
Aquel brillo asustado de tus ojos, cuando la tarde
derramaba su cansancio sobre la ciudad.
Aquella impotencia del deseo, del amor amenazado,
oprimido por un peso ajeno
a nosotros, a nuestra fuerza, a nuestra
capacidad para arrodillarnos ante el dolor.
La luz cayó sobre tu piel, dejando
en ella un sabor dorado, un halo de dulzura sin historia.
Pero luego el recuerdo aproximó sus redes
y el pasado alzó sus voces enterradas.
No había nadie. Sin embargo,
una impensada presencia, un implacable
mandato de regreso a los orígenes
se impuso de repente.
Cuando llegó la noche
se nos hizo difícil avanzar por las calles,
dirigir nuestros pasos hacia el lecho
en el que convivían el fuego y el olvido.
No era posible decir las palabras de siempre,
pronunciar los augurios de cada día.
Porque tu país nos llegaba a través del olor de la lluvia,
y el tiempo se negaba a ser piedra sin fecha,
camino detenido, huella leve.
Las tierras lejanas que yo había visto
se agolparon de pronto delante de cualquier sonrisa,
y se detuvo el aire de la madrugada,
y comenzaron a despertarse en mi memoria
las temidas imágenes, los avisos
de una costumbre que no me había abandonado,
que defendía su antigua conquista.
Tuvimos que olvidar los círculos recientes,
las aproximaciones asumidas, los sabores
de la oscuridad deseada, de las cálidas luchas.
Y vimos cómo iba creciendo la sombra junto a nuestro
abrazo.
Y cerramos los ojos porque teníamos miedo.
21 de julio de 1975
Eloy Sánchez Rosillo
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